Hero Image

Noticias

OPINIÓN | Romper los márgenes del pensamiento computacional: una pedagogía que construye desde dentro

Por Vicente Lorca, sub director Dirección de Innovación Facultad de Ingeniería UDD.

En los últimos años el pensamiento computacional ha sido celebrado como una suerte de piedra angular del currículo del siglo XXI, una promesa moderna que seduce tanto a educadores como a diseñadores de políticas públicas, con su aparente claridad, con su capacidad de traducir problemas complejos en pasos lógicos, algoritmos y estructuras de datos.   

Sin embargo, esa fascinación ha venido acompañada de un sesgo que pocos se atreven a nombrar, una tendencia a reducir lo computacional a la programación, a la codificación, al uso de dispositivos digitales. 

Esta forma limitada de abordarlo, esta visión técnica que lo ubica como una etapa aislada del proceso de aprendizaje, muchas veces después de la creatividad y antes de la evaluación, es precisamente lo que le quita su potencial más radical: su capacidad de ser una estructura cognitiva para interpretar el mundo, una manera de diseñar experiencias, una herramienta para pensar más allá del código. 

Cuando Seymour Papert, pionero del aprendizaje computacional, decía que “el aprendizaje más profundo ocurre cuando el niño toma el control” y que la computadora puede ser “un objeto con el que pensar”, no hablaba de enseñar código por código mismo, sino de cómo la tecnología, cuando está al servicio de la expresión del sujeto y no de su domesticación, puede volverse un espejo, un taller, un laboratorio donde lo importante no es la técnica, sino el modo en que esa técnica permite explorar, modificar, construir y reconstruir ideas. 

Desde esta mirada, el pensamiento computacional se vuelve auténticamente constructivista no cuando se aplica en la etapa de programación, sino cuando atraviesa todo el proceso de aprendizaje, desde la formulación del problema hasta la interpretación de sus resultados.  

El aprender se entrelaza con el hacer, donde el diseño se vuelve reflexión y la ejecución una forma de diálogo, donde el pensamiento computacional se convierte en una de las formas más puras del constructivismo. Porque, como diría Freire, “no hay neutralidad en la educación”, y todo conocimiento verdadero se gesta en la praxis, en la acción reflexiva y transformadora del sujeto sobre el mundo. 

Cuando el pensamiento computacional es entendido así, como una forma de organización de la experiencia que puede nutrirse del arte, de la literatura, del juego, de la matemática o de la política, se transforma en algo mucho más que una competencia del siglo XXI: se vuelve una pedagogía, un modo de construir sentido, una herramienta para imaginar futuros posibles.