Por Karin Petra Wallem, investigadora Grupo Ambientes Extremos del Centro de Investigación en Tecnologías para la Sociedad (C+), Ingeniería UDD.
Históricamente, las mujeres han estado subrepresentadas en las ciencias y la ingeniería, a pesar de sus contribuciones significativas a lo largo de la historia. Marie Curie, la primera mujer en recibir un Premio Nobel, o Elinor Ostrom, la primera mujer galardonada con el Premio Nobel de Economía, son ejemplo del aporte que una mirada diferente puede entregar a las ciencias. No obstante, para muchas mujeres en lo cotidiano aún les es desafiante poder entrar en el trabajo altamente competitivo y regido por cánones masculinos, donde valoraciones cuantitativas siguen teniendo más peso que las cualitativas.
Promover la presencia de mujeres en ciencias e ingeniería es crucial por varias razones. En primer lugar, la diversidad de perspectivas es fundamental para la innovación. Equipos compuestos por personas de diferentes géneros, orígenes y experiencias tienden a abordar problemas desde ángulos distintos, lo que puede resultar en soluciones integrales y efectivas.
Mi experiencia en terreno en el altiplano, trabajando con un grupo de mujeres de diferentes ámbitos de las ciencias, desde la microbiología, botánica, ecología, hasta la perspectiva comunitaria; me ha permitido ver como el cuidado, la entrega y pasión de estas mujeres ha ido transformando el entorno cultural y ambiental en el que nos desenvolvemos. Estamos moviendo nuevas fronteras que quizás no se pueden medir en números, pero sí en transformaciones cualitativas de la vida de las comunidades y ecosistemas en los que trabajamos.