Recientemente la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó la ley que prohíbe dejar basura y fumar en lugares públicos como playas y ríos, lo que es un avance importante dentro de los esfuerzos que tenemos que realizar para eliminar la contaminación de nuestro ambiente.
Uno de los principales elementos de esta prohibición es que evitará que una cantidad importante de estos residuos -como son las colillas de los cigarros-, lleguen a nuestro entorno acuático, principalmente porque el filtro de los cigarros está compuesto por acetato de celulosa, que es un residuo plástico.
Cada año, en el mundo, se fuman alrededor de 6 billones de cigarrillos, 4.5 billones de esos cigarrillos son tirados literalmente hacia el medio ambiente (Araujo y Costa, 2019). Todas estas colillas contienen una cantidad importante de sustancias químicas cancerígenas como pesticidas y nicotina que son consumidas por los fumadores. Sin embargo, estas sustancias que están en el cigarro se mantienen también dentro de la colilla del cigarrillo. Así no solamente estamos generando un problema de basura altamente anti estético que no es biodegradable, además debemos preguntarnos ¿qué es lo que pasa con las sustancias químicas que se desprenden de esta colilla o es que estos elementos químicos simplemente desaparecen y diluyen en nuestros arroyos, esteros, ríos y océanos? La verdad es que esto no ocurre y pensar que nuestras aguas superficiales y nuestros océanos son simplemente un vertedero de nuestra basura es uno de los problemas más graves que tenemos como sociedad.
Los lixiviados de las colillas son una sopa tóxica que se produce cuando entran en contacto con el agua (Moerman y Potts, 2011). De hecho, por ejemplo, Slaughter y colaborados (2011) nos demuestra que una sola colilla mata a la mitad de los peces expuestos a los lixiviados en un laboratorio controlado. Estamos hablando de que, en un elemento controlado con un número de peces determinado, la mitad fue asesinado por la nicotina y los otros elementos tóxicos de este lixiviado. A esto se suma que las colillas de cigarro contienen lo que se llaman las BTEX – benceno, tolueno, etilbenceno y xileno-, todas sustancias que asociamos inmediatamente a graves problemas de contaminación (Araujo y colaboradores, 2019).
El problema de la basura derivada de las colillas no solamente es un problema ambiental, también es un problema económico, si consideramos todos los costes de limpieza que corren a cargo de las comunidades y de los propios lugareños y no de los fabricantes de tabaco y mucho menos de los consumidores. Ahora bien, una cuestión importante de discutir respecto a la pertinencia de la ley de la prohibición para fumadores en playas, parques y también cerca de los ríos, es que existe un principio normativo que se llama el principio precautorio, que establece que no es necesario demostrar el daño medioambiental para justificar la prevención de posibles exposiciones. Esto es de suma importancia, puesto que, aunque pensemos que botar colillas o acumularlas en zonas como bordes costeros, ríos o lagos no podría tener un impacto ambiental importante, este principio nos dice que, aunque no estemos completamente seguros de su efecto en el medioambiente, debemos tomar las decisiones importantes de prevención que estamos tomando con esta ley.
Otro punto es pensar que estas medidas de corto plazo pueden llegar a ser poco eficaces nos deja fuera de lo que son los beneficios a largo plazo de evitar que este peligroso elemento llegue al ecosistema. Por lo tanto, el avance en la prohibición de fumar y por consiguiente de generar residuos hacia nuestras aguas superficiales continentales y costera, son definitivamente un avance en la protección del medioambiente.