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Opinión | «La colaboración intercultural: Camino fundamental para afrontar la crisis ambiental»

Por: Karin Petra Wallem, investigadora docente del Grupo Ambientes Extremos del Centro de Investigación en Tecnologías para la Sociedad (C+), Facultad Ingeniería UDD.

Mi carrera profesional me ha llevado al estudio de los socio-ecosistemas, una compleja interrelación entre las dimensiones humanas de la economía, política y sociología y las dimensiones de los ecosistemas que habitamos. En este camino profesional me he encontrado con, a mi parecer, la persona que mejor ha resumido los problemas medioambientales: James Gustav Speth, quien, curiosamente, no proviene del mundo de las ciencias, sino de las leyes. Por el 2012 dijo: “Yo solía pensar que los principales problemas ambientales eran la pérdida de biodiversidad, el colapso de los ecosistemas y el cambio climático. Yo pensaba que con 30 años de ciencia sólida podríamos resolver estos problemas. Sin embargo, estaba equivocado. Los principales problemas ambientales son: el egoísmo, la avaricia y la apatía. Y para enfrentarlos necesitamos una transformación espiritual y cultural, y nosotros como científicos no sabemos cómo hacer eso.” Y pues ni falta que hace que lo hagamos los científicos, la ciudadanía, las empresas privadas o los políticos y tomadores de decisiones; hoy urge y hace falta que lo hagamos todos juntos. 

Por otra parte, el Reporte de Dasgupta sobre la “Economía de la Biodiversidad” (2021) pone de manifiesto que estamos viviendo la mayor de las paradojas en la historia escrita de la humanidad: el mejor de los tiempos, considerando que nunca hubo tal número de seres humanos viviendo el nivel de vida que vive hoy la clase media y alta; y el peor de los tiempos, pues los recursos naturales se han acabado y nos acercamos a una escasez jamás experimentada. No se puede separar lo antrópico de lo natural, la naturaleza siempre responde a la forma en que la habitamos. Sin juicios, ni bueno ni malo, ella solo responde ajustando sus ciclos hidrológicos, ciclos de nutrientes, su temperatura, cambia la composición de los suelos y las especies que la habitan. Sí, es cierto que varios científicos han advertido que estos cambios de seguro ponen en jaque a la especie humana, con una posible extinción en los próximos 100 años, eso es malo para nosotros. Y, sin embargo, el homo sapiens ha vivido por milenios sobre la faz de la Tierra sin esta amenaza ¿Qué ha sucedió en los últimos 300 años?  

Mi experiencia en terreno me ha mostrado que el trabajo con las comunidades rurales, indígenas y en general grupos humanos que viven a pequeña escala, tienen algo importante que aportar al desafío que enfrentamos. Este grupo humano entiende, como lo dijo Nicanor Parra, “el error fue creer que la Tierra era nuestra, cuando la verdad de las cosas es, que nosotros somos de la Tierra”. Este entendimiento plantea un diseño de vida y social completamente distinto, basado en una estrecha relación con la naturaleza, conocimiento y lectura de sus ciclos. Las comunidades rurales poseen una sabiduría ancestral que ha sido transmitida de generación en generación y que incluye prácticas sostenibles de manejo de recursos naturales, técnicas agrícolas resilientes y estrategias de adaptación a la crisis climática. Al mismo tiempo, las comunidades locales y los pueblos indígenas son los más vulnerables a los impactos de la crisis climática, debido a su dependencia directa de los recursos naturales y a menudo a su marginación social y económica. Para lograr una transición hacia un futuro sostenible, es necesario establecer alianzas sólidas y equitativas con este grupo marginado, reconociendo y valorando su conocimiento, su cultura y su liderazgo en la protección del medio ambiente. La colaboración intercultural y la co-creación de soluciones son fundamentales para abordar de manera efectiva la crisis ambiental y construir sociedades más resilientes y justas.