Hero Image

Noticias

Opinión | Serie Adolescencia: Cómo hemos traicionado a la tecnología 

Por Vicente Lorca, subdirector de la Dirección de Innovación de la Facultad de Ingeniería UDD.

Las redes sociales, nos han dicho, democratizan la expresión, pero lo hacen al precio de trivializarla. Confundimos voz con ruido, participación con reacción, comunidad con masa. No son espacios para pensar, sino para emitir y emitir sin pensar. 

La serie Adolescencia de Netflix se instala precisamente en ese vacío. Muestra a un grupo de estudiantes atrapados en una lógica de exposición constante, donde cada gesto está mediado por la mirada de los otros, por los likes, los videos, los rumores. Allí no hay aprendizaje, ni siquiera error; solo juicio. El adolescente ya no es agente de su desarrollo, sino víctima del algoritmo. 

En uno de sus textos más lúcidos, Seymour Papert —pionero de la inteligencia artificial— planteaba que los computadores no debían ser máquinas para enseñar, sino máquinas con las que pensar. Es decir, no meros transmisores de contenidos, sino herramientas para construir ideas, para ensayar, equivocarse, corregir, imaginar.  

 Paradójicamente, en el momento histórico con mayor acceso a conocimiento, lo que escasea es el ejercicio de pensar. A diferencia de Papert, que veía al niño programando para entender las matemáticas, hoy lo vemos encandilado por el algoritmo, domesticado por la lógica de “lo que viene después”. No crea, no diseña, no explora: reacciona.  

Vicente Lorca

Vale preguntarse entonces, ¿por qué, teniendo en nuestras manos una herramienta con potencial para transformar la educación, el pensamiento y la imaginación, preferimos reducirla a una feria de vanidades y opiniones instantáneas? 

Papert soñó con una tecnología que ayudara a pensar mejor, que hoy parecemos satisfechos con una tecnología que nos impide pensar del todo. Como el simulacro de una conversación, sin escuchar..el simulacro de un pensamiento, sin pensar. 

Basta esta premisa para constatar lo que hemos hecho con la tecnología en la era de las redes sociales: la hemos traicionado. Porque lo que Papert imaginó como una extensión de la creatividad y la reflexión individual, ha sido domesticado hasta convertirse en un canal de distracción masiva, donde el gesto reflexivo cede ante el pulgar que desliza sin pensar.